YO DE MAYOR QUIERO SER COMO ÉL
Me ha sobrecogido el titular de la muerte de Sampedro (lo escribo junto que sé que el hombre no era muy amigo de santorales), un intelectual de los que ya no quedan, íntegro, comprometido, valiente y sin pelos en la lengua.Se ha ido Sampedro con 96 años y una lucidez que para mí quisiera yo. Se ha ido sin dejar nada en el tintero; se ha ido sin haber terminado jamás de asombrarnos, de enseñarnos, de emocionarnos. Se ha ido el hombre que se atrevía a cargar contra cualquiera, a llamar a las cosas por su nombre, a hablar sin miedo, quizá porque a su edad y con toda su experiencia uno ya, por no tener, no tiene miedo ni a que se lo lleven por delante. Y lo que es peor, se ha ido un hombre de fiar, una voz crítica y creíble, alguien que era escuchado atentamente por la gente, alguien documentado, alguien culto. Alguien capaz de redactar duros textos dirigidos a los miembros de un gobierno incompetente y pelotilla sin que le temblase el pulso, sin deslizar entre sus líneas una sola infamia. Verdades como puños; desnudas, como el emperador delante de los niños en el famoso cuento del traje invisible.Me gustaba su prosa bella y pausada, atrevida, hermosa. Me gustaba cómo manejaba las palabras, cómo se ocupaba de esa tarea tan difícil de transmitir los sentimientos, de hacerte comprender el porqué de las cosas, de introducirte en la trama de sus historias como algo más que un mero espectador.Me gustaba, digo, el Sanmpedro literato. Pero me gustaba como me gustan muchos, cada uno con su estilo y sus particularidades. Uno más en suma.Sin embargo, el Sampedro humanista me dejaba sin palabras. Muda de asombro al escuchar su voz sabia, siempre envuelto su verbo en ese velo irónico, ese sarcasmo que sólo hiere a los necios y a los débiles; a aquéllos que niegan la reflexión y que se oponen al libre pensamiento. Era un gran literato, sí. Pero era, sobre todo, un extraordinario orador; un hombre de mente lúcida, de ideas revolucionarias, de espíritu abierto. Un filósofo como la copa de un pino. Un hombre de su tiempo. Un humanista. Hay personas que ya nacen viejas y otras que nunca lo serán: mentes inquietas, dialogantes, abiertas al mundo y a las gentes. Ayer mismo hablaba con una amiga acerca de los hombres sabios, que para mí se dividen en dos grupos: aquéllos que viajan y que estudian para jactarse ante los demás de lo que saben y los otros, como Sampedro, que lo hacen por placer, para enriquecerse y de este modo enriquecer las vidas de aquellos que tienen la suerte de llegar a conocerlos. O a coincidir con ellos en el tiempo.Descanse en paz Sampedro.Y que tiemble la corte celestial.
Sacado de YO DE MAYOR QUIERO SER COMO ÉL. Publicado en Facebook por Los cuentos de Minina
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